Almudena, 23 años, aspirante a periodista. En este blog publicaré todas las pequeñas y grandes experiencias que me apetezca compartir durante los seis meses que voy a vivir en Santiago de Chile. ¿Mi intención? Que todo al que le interese pueda seguirme el rastro esta mínima pero importante etapa de mi vida. ¿Mi deseo? Que me leáis y disfrutéis.

28 de febrero de 2011

Calle Calle, que te pillo



Es viernes y llegamos a Valdivia, dónde se respira un ambiente animado, bohemio y cultural y hay una gran colonia alemana. Probamos la cerveza de Valdivia, la Kunstmann, que está deliciosa. vamos al Alberge Latino (8 lucas la noche, 12 euros), que nos encanta, tanto por dentro como por fuera. Eso sí, los colchones, por llamarlos de alguna manera, son íncomodos y suena el agua de la cadena continuamente.






Nos recomiendan ir a cenar a La última Frontera, que queda cerca y es barato. Quizá por primera vez en todo el viaje, comemos hasta que no podemos más, por 24 lucas. Después a dar un paseo nocturno y a beber un Terremoto -ron y vino tinto con helado de piña dentro- en La Chunga Chacotera, sentados en sillas de autobús. Dejamos nuestros nombres en la pared para la posteridad y convencemos a Juan, que nunca se cansa, de ir a dormir. Nosotras estamos muertas.

El sábado es el día grande de Valdivia, celebra su 451º aniversario. Tardamos en ponernos en marcha y a las 12 estamos probando las tostadas de Carppaccio en el mítico Café Haussmman. Unos chavales de once años chistosos, espabilados y con unos grandes sombreros se sientan con nosotros. Han venido desde Chiloé a participar en el clasificatorio de rodeo chileno. Vamos a verlo. Es curioso, lo grabé, ya os lo mostraré. Allí conocemos a Cristian, hijo de emigrantes alemanes que nos habla al reconocer nuestro acento.



Damos una vuelta por el parque Saval, que tiene una laguna llena de nenúfares sobre la que Juan hace tirolina mientras nosotras le observamos tranquilamente balanceándonos en una hamaca.










 Volvemos al hostel. ¿Cómo se llamaba este río? ¿Corre, Corre? No, Almu, Calle, Calle.
Listos para la Noche valdiviana encontramos que el espectaculo no es tal. Cuatro barcos iluminados y unos fuegos artificiales normales. Lo más bonito, las cientos de velas iluminadas en el río y las calles abarrotadas. Hay miles de personas, pero nosotros nos encontramos a las únicas que conocemos en Valdivia. Primero a Cristian, el mitad alemán y mitad chileno, con dos amigos. Nos invitan a una fiesta en una casa y a la orilla del lago y aceptamos. Nos metemos los seis en su coche y llegamos a la fiesta, donde nos encontramos a las chicas con las que compartimos habitación en el hostel. Vamos a carretear a la discoteca La Casona y de camino nos encontramos a Rigoberto y Constanza, los dos mochileros que recogimos de camino. Nos saludamos como los mejores amigos, con besos y abrazos, y compartimos cerveza y chocolate. Ya casi somos populares en Valdivia, los chilenos nos hacen sentir así. No hay fotos de esta noche.


Ahora estamos de camino a Puerto Varas, un poco más al sur, para culminar este primer y gran viaje. Las dos amigas del hostel se suben en nuestro Chery una parte del camino. También les ponemos Canteca, aunque no muestran tanto entusiasmo.

Feliz lunes de invierno a todos!

25 de febrero de 2011

Helado chapuzón



Seguimos en la Araucanía, la novena región de Chile. Una vez arreglado el Chery volvemos a Pucón, compramos pan, jamón, tomates, queso, vino y cerveza y nos vamos Caburgua a hacer un picnic y a darnos un helado chapuzón en el río Carhuello, al lado de la laguna Azul, que de verdad tiene un color azul intenso.

Volvemos a la ciudad y encontramos un hostel por 8 lucas cada uno (8.000 pesos, 13 euros). Compartimos habitación con un hongkonés llamado Eduard que hace una rica sopa con calabacines, cebollas y mejillones que compartió con nosotros, que aportamos unos bocadillos de jamón y una botella de ron al festín.

Nos enseña sus vídeos en la Patagonía, Angi y yo lo tenemos claro, iremos cuando podamos. Después a carretear (salir de fiesta) un poquito a un karaoke. Tomamos Pisco Sour y nos animamos a cantar Flaca, de Andrés Calamaro, tres a coro. De vuelta al hostel cigarrito en las hamacas y a dormir hasta las 10. ¿Ya es viernes? Sí.







Pasamos a comprar unas empanadas de pino a la pastelería de Gabito, a quien conocimos ayer y nos dijo que tenía las mejores empanadas de Pucón. No sé si es verdad, pero están buenísimas, quizá más a la orilla del río Villarrica. Damos una vuelta y vemos que arrendan unos kayaks por 2 lucas la media hora (3 euros y pico), asíque nos damos un paseo por el lago, como veis en la foto de arriba.




Nos dirigimos a Valdivia, donde mañana se celebra la Noche Valdiviana. De camino recogemos a Patricio Alejandro, que nos cuenta que de Chile se dice que Dios creó el mundo y, con lo que le sobró, Chile, por eso se puede encontrar de todo. Cuando se baja se suben Nicolás y Paullette, que son pololos (novios). Les ponemos Manteca de Macao y les encanta. Nos preguntan por la economía española y si se puede vivir allí de la música en la calle.


Llegamos a Valdivia. Hemos vuelto a pinchar. Esta vez no nos andamos con tonterías y nos compramos dos ruedas nuevas, 50 lucas (80e). Pero a Juan no se le quitan las ganas de hacer el payaso. Ni a nosotras.


24 de febrero de 2011

Pinchazo en el volcán



Nuestro pequeño Chery no es invencible. Hemos pinchado. Anoche de vuelta a casa Juan advirtió que no iba bien la dirección y esta mañana nos hemos encontrado la rueda desinflada, asíque empezamos el día (hoy, jueves) cambiando una rueda. Da igual, estamos de buen humor, ayer fue un gran día, como vaticiné.

Nos levantamos primero Ángela y yo y hacemos un buen desayuno, con huevos, fruta, bizcocho y café. vamos de Villarrica a Pucón (unos 20 kilométros) y de camino paramos en una playa del lago Villarrica.

 Hace un sol espléndido, incluso nos quemamos. Baño en el lago, detrás el volcán Villarrica nevado y en activo, en frente los Andes. El agua está fría (buenísima, diría mi padre), pero da igual, la sensación de nadar aquí es perfecta, imposible de mejorar. La arena es negra y hay muchas piedras que hacen que andemos como si no quisiesemos hacer ruido. Cuesta mantener el equilibrio.






Un par de horas ahí, que se pasan volando, y nos vamos a Pucón, ciudad de vacaciones. Compramos pan, fiambre y Austral y comemos en un parque. Ya tenemos ganas de hacer un poco de senderismo en serio y nos aconsejan ir al Parque Nacional Huerquehue, que queda a unos 30 kilómetros, aunque el camino, de nuevo, es de ripio (puras chinas). Nos demoramos un poco, no sabíamos que se tardaba tanto, pero llegamos con tiempo de hacer una excursión de 3 horitas, aunque la reserva da para estar todo el día. Nos cobran 4.000 pesos a cada uno por entrar (6 euros) y nos apresuramos para llegar hasta las cascadas. Un nuevo colega nos ayuda en nuestro objetivo, acercándonos un poco en su 4x4. Cuánto más arriba, mejores vistas del lago, el volcán, los ríos y los bosques. Me temo que no he sido capaz de transmitir esto, ni con las fotos ni con las palabras.


Ya se ha hecho de noche, y nos dirigimos a las termas Los Pozones. Seis termas con diferentes temperaturas y un rio helado, en el que no nos atrevemos a meternos, Juan dice que el ya tiene la gargante "pa choped". Hay bastante gente y pasamos frío de al pasar de una terma a otra, pero le cogemos el gusto al agua calentita, miramos al cielo. Hay más estrellas de las que nunca habíamos visto. No llevé la cámara.

Al coche de vuelta a Villarrica, donde nos espera el hogar que nos han confiado por 30 euros. No había agua, se la habían cortado a la dueña por no pagar. Nos dormimos enseguida como bebés. Otro gran desayuno, vemos el pinchazo y cambiamos la rueda. Ahora estamos en el taller. 2.000 pesos por arreglarnos el pinchazo y otros 2.000 para ponernos un parche en otra rueda que andaba regular (6 euros en total).  Yo mientras escribo, que se me da mejor que cambiar ruedas (no tengo ni puta idea de cambiar ruedas).

23 de febrero de 2011

El Pedregoso


Leo con mucha ilusión vuestros comentarios, ya os responderé cuando internet no sea un lujo. De momento, os sigo contando.

De camino a los Saltos del Laja (Lunes) paramos en Chillán a probar su típica longaniza en un mercado animado, a hacer una llamada, y a comprobar que mi tarjeta de crédito sigue sin funcionar. No pasa nada. De vuelta al coche, los que nos guardaban el coche habían colocado muy amablemente unos cartones para que el asiento del piloto no ardiese.



Llegamos al destino y conseguimos una cabaña por 20.000 pesos (30e). Hay arañas, pero no sabemos si son arañas rincón, las venenosas. Entonces Ángela propone que no las matemos, porque los chicos del otro día nos dijeron que las arañas más grandes se comían a las rincón. Las dejamos con vida, con las esperanza de que sean de las buenas, aunque sin tener ni puta idea. Bajamos a los Saltos, en la foto de arriba y en ésta. Una gran cascada, el sonido de la fuerza del agua, luz del atarcer, cigarrito mojándo los pies, cerveza fría...



Y un montón de suciedad. En el agua, en la arena, en las rocas... Por alguna razón, los humanos nos empeñamos en destruir lo que se nos ha regalado.

Cenamos en nuestro porche unos sobres de pasta que mi madre me metió en la maleta. Ángela se había reído de mi por eso, pero se comió los espaguetis sin rechistar. Juan y Ángela se ponen a jugar a ajedrez, yo a leer "Inés del alma mía", un libro que regaló un buen amigo antes del venirme, pero ya os hablaré de él cuando me lo acabe -del libro-.


Por la mañana (del Martes) desayunamos manzanas, baño en el río y vuelta el coche, hacia Villarrica. Recogemos a unos chavales que hacen autostop que nos cuentan cosas interesantes de los Mapuches, que ya os contaré, o esta entrada sería enterna. Decidimos adentrarnos, de paso, en la ruta interlagos, en la Araucanía andina, en la que encuentras volcanes y lagos, y nuestros nuevos amigos se bajan para continuar su ruta, sin dejar de darnos su teléfono para cualquier cosa. Mala suerte, está nublado y no hay vistas.


Cruzamos muchos puentes como El Pedregoso que veis en la foto, con nuestro modesto Chery (una marca china que no hemos visto en España, pero a la que estamos cogiendo cariño). Vacas, caballos, ovejas y gallinas se cruzan en nuestro camino, que es más largo de lo que creiamos.

Por fin llegamos a Villarrica. La verdad es que nos hemos desesperado un poco en ripio, como llaman al camino. Esta vez es una casa entera, con su salón, su comedor, so cocina y sus dos habitaciones, lo que conseguimos por 20.000 pesos. No hay que decir que sí al primer precio, nuestra técnica es la de no contestar y mirarnos los unos a los otros con cara de "eso nos parece caro". La casa resulta estar llenas de las fotos y las cosas de su dueña. Es su hogar, me entra remordimiento por haber regateado el precio.


Puesta de sol en el lago, cerveza Austral (deliciosa), salmón, humitas, una vuelta por los millones de puestos y a dormir. Ahora me acabo de levantar y hace un día muy soleado, así que para la próxima prometo la coordillera de los Andes, con sus lagos y volcanes. Ya funciona mi tarjeta de crédito, gracias por vuestra implicación.

21 de febrero de 2011

No es más rico el que más tiene



Primer destino, Viña del Mar. Es el lugar por excelencia de veraneo de los santiagueños, demasiada gente, mejor venir en otra época del año, asique nos bañamos por primera de muchas en el Pacífico y salimos huyendo. ¿A dónde? A Quintay, un pueblo pesquero del que nuestra Lonely Planet hace una pequeña referencia ¿Porqué? No sé, pero tenemos suerte. Nos encontramos una bonita puesta de sol y a Bernardo, al que le alquilamos una cabaña (23.000 pesos) y automáticamente se convierte en nuestro guía, por amor al arte. Es evidente que no estamos en el primer mundo.




A la mañana nos acompaña a Playa Chica, la de la foto de arriba, y a dar una vuelta por el cerro, rodeados de eucaliptos, cipreses y pinos. Nos muestra un "encanto". Es un lugar que esconde cierta cantidad de oro. Para cogerlo tienen que acudir siete personas, de las que una desaparecerá, a cambio del metal. En la foto,  Bernardo en el momento de la explicación, con "el encanto" amarillo detrás.

También nos da un remedio a cualquier enfermedad, que practicó con un francés diabético que visitó el lugar. Éste vació el fruto de una higuera, miccionó dentro de él y lo volvió a colocar en la planta. Después marchó, sin mirar atrás, dejando atrás su enfermedad. Al menos así entendimos nosotros la historia, y no parecía que Bernando nos estuviese tomando el pelo. Eso sí, confiesa que no sabe si funcionó, porque el francés no volvió. Bernardo podría salir en el anuncio de Ikea: No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
De nuevo al coche, para seguir rumbo al sur.

Seguimos un rato por la costa, no mucho, hay mucho tráfico. Las playas están abarrotadas de gente, y, en ciertos lugares, de una espuma blanca de suciedad. Adiós Pacífico, ya volveremos. Hacemos noche en Santa Cruz, una ciudad de tradición vinícola. Dormimos muy bien, ducha de agua caliente (que rica) y un gran desayuno. Visitamos los viñedos de Viu Manent. No somos expertos, pero nos gusta el buen vino. Por 7.000 pesos hacemos una degustación de siete vinos chilenos, más suaves y afrutados que los españoles, en nuestra humilde opinión.

Ahora estamos en el coche, camino del Salto del Laja, donde encontraremos unas cascadas que ya os mostraré.

Por cierto, Ángela y yo ya tenemos sitios para vivir. La casa de una señora en Providencia (un buen barrio) que alquila habitaciones a estudiantes.  Por cierto, no me funciona la tarjeta de crédito, vivo de la solidaridad de mis amigos.

19 de febrero de 2011

Arañas rincón


Juan, Ángela -una chica de la universidad que ha venido con la misma beca- y yo dejamos hoy Santiago rumbo al sur de Chile. Vamos a arrendar un auto y, haciendo primero una parada en Valparaíso para darnos un buen baño, cogeremos la carretera panoamericana -que es muy moderna y muy segura mamá- y manejaremos hasta donde lleguemos, que calculamos que será Puerto Mont.

La ilusión que teniamos ayer por este viaje se multiplicó por la noche. Después de la cena, fuimos a casa de Javier -hermano de mi querido amigo Mauri de La Razón, quien, por cierto, me preparó mi foto con la bandera chilena-, que se habia ofrecido a guardarnos el equipaje mientras nos embarcabamos en nuestra pequeña aventura. Allí estaba con unos amigos y nos invitó a compartir la velada con ellos. Dos periodistas, una actriz, un profesor, una botella de vozka, una de ron y nosotros tres.

Divertidos y apasionados, hablaron de Chile, tanto de lo bueno como de lo malo. Sobre todo de lo hermoso de lugares que no podiamos dejar de visitar. También de las arañas rincón que, según dijeron, estaban en el 90 por ciento de las casas y eran muy venenosas, aunque, eso sí, admitieron que es poco probable que te mate si te pones mucho hielo y vas inmediatamente al médico. Ah, y nos aconsejaron que si sentiamos algún temblor nos dirijiesemos rapidamente dirección contraria al mar, pues en 8 minutos se podía provocar un tsunami. Bueno, todo acompañado de risas y cierta embriaguez no sonaba tan mal.


Durante el día visitamos el Mercado Central, repleto de criaturas-manjar, y un mercado de frutas lleno de colores, olores y texturas -quien conozca a Juan se imaginará que no se resistío a comprarse unos kilos-. Este paseo lo hicimos sobre ruedas. Me encantan las ciudades fáciles de recorrer en bicicleta. Eso sí, cuidado con donde la dejas. De vez en cuando, aliviabamos el calor mojándonos en las fuentes, lo que me recordó a nuestro viaje a Roma, familia.


Ahora a recogerlo todo, a despertar a Juan, para variar, y a ver un piso, a ver si encontramos un techo definitivo. No sé cuando podré volver a escribir pero, mientras no tengáis noticias, será que estamos bien.

18 de febrero de 2011

Day one


Son las 9 de la mañana. Llevo media hora dando vueltas en la cama, a pesar de que me acosté pasadas las tres. Cuando llegamos, nuestros seis compis de habitacion del hostel ya dormian, ahora tambien. El "jeh laj", supongo. Asíque me bajo a desayunar. Americano y tostadas. Ya llevo casi un día con sus 24 horas en Santiago de Chile, que os voy a resumir.

13:00 Llego al aeropuerto Arturo Benítez y me reencuentro con Juan, un amigo de la universidad que ha venido a pasar unos días conmigo.
13:01 Madre mía, qué calor hace! Una decena de taxistas se ofrecen a llevarnos a nuestro destino. Gana el más barato, claro, aunque luego comprobamos su dudosa legalidad.
13:40 Llegamos al hostel, lleno de americanos. Ducha y cambio de vestuario. Camiseta, falda y sandalias.
14:30 Estamos sentados en una terraza con una cerveza y una vienesa cada uno que veis en la foto de arriba. Que bien huele el verano.
16:00 Subimos el cerro de San Cristobal. En Almería también tenemos uno, al que subo a veces para echar un cigarro y mirar la tierra desde arriba. Desde el cerro chileno descubrirnos un Santiago sin rascacielos, un valle repleto de chabolas y chabolas.


20:00 Nos dirijimos al barrio Bellavista a tomar algo. De camino, nos encontramos a un señor que nos había hecho una foto antes. Venga que os llevo. Vale. Un tour en auto por la ciudad y después a Bellavista. Una cerveza Cristal de litro 1.500 pesos (menos de 3 euros), se lee en una terraza. Nos sentamos. Una cerveza. Dos. Los de la mesa de al lado nos invitan a sentarnos con ellos. Aceptamos. Tres, cuatro. Les encanta imitar el acento español.
01:30 Nos levantamos todos juntos. Cojo la bici prestada a uno de nuestros colegas y doy una vuelta. El cuerpo de un hombre tumbado me obliga a bajarme de la acera. Parece muerto, pero no me paro a comprobarlo. Decenas de perros andan sin dueño, pero no os los puedo enseñar, se me acabó la batería de la camara. Regreso de mi breve vuelta y los Carabineros (municipales) están hablando con Juan y el dueño de la bici. A uno le regañan por beber en la calle, al otro por orinar. Que no se repita que os multamos. De acuerdo.
02:30 Cogemos un taxi. Nos damos cuenta de que nos ha dado un buen rodeo. Juan se cabrea, para el taxi y nos bajamos. El taxista también. ¿Acaso no me pensais pagar? Lleva un gancho de hierro en la mano. Juan, págale por favor. Le tiramos un billete de 10.000 pesos y nos vamos. A dormir y a callar.

Voy a subir y a ver si consigo publicar esto y despertar a Juan. Estamos muy bien. Sobre todo él, que parece que no tiene "jeh laj".


Pido disculpas por las tildes que me faltan, no se ponerlas con este teclado.

16 de febrero de 2011

El poncho de mi abuelo



Me considero una persona especialmente afortunada. Uno de los muchos motivos -más bien cuatro- es que tengo a mis abuelos enteros. Bueno, a uno le faltan dos dedos - mi amiga Miri le llama Tommy Sinfinger-, pero tengo los cuatro. Todos extraordinarios.

Mis abuelos paternos -a los que yo llamo los sanos- son cada uno una caja de sorpresas. Al abuelo Luis le hemos visto en bañador haciendo gymnasia en una piscina imaginaria, con el pelo engominado y una botella de Brandy imitando el botellón, con un vestido rosa de papel pinocho vestido de flamenca y parodiando un baile que mis hermanas Isa y Cuca y yo le preparamos para su aniversario o con una peluca de una melena blanca recitando una poesía de Rafael Alberti -su tío-. Mi abuela Mary es la abuela más moderna del mundo. Sigue nuestros blogs y se troncha de risa cuando los lee, escribe emails a mi hermana Lori, que vive en Alemania, se quitó el facebook porque no le gusta salir en fotos, se ha recorrido medio mundo del brazo de su marido y conoce recetas al microondas que me cuenta entusiasmada. Ya los veis en la foto, como un director de cine y su actriz fetiche.




Los padres de mi madre podrían ser también protagonistas de una película. Mi abuelo Luis -el de la foto de arriba-, que ha sido desde chatarrero a taxista, ha estado un par de veces más en el otro mundo que en éste durante el verano. Qué quieres que te traiga de Chile, le dije. Una llama de verdad -a Cuca le pidió una de Perú, pero se la trajo de peluche-. No abuelo, le contesté, pídeme algo que pueda traerte de verdad, porque te lo pienso dar cuando vuelva. Y me pidió un poncho. Ya me lo imagino con él puesto.  Mi abuelita Isabel -a la derecha- es la mimada de todos. Aunque ahora somos nosotros la que cuidamos de ella, siempre ha sido ella quien nos ha llenado de atenciones, con sus sandwichs de chocolate, sus tortillas de patatas y sus apaños con la costura.

¿Cómo no iba a hacer una entrada sobre ellos? Se merecen una cada uno. O un blog. Cuidaros mucho. Cuidadles mucho. Yo me voy dentro de 12 horas y, por primera vez, estoy nerviosa.

13 de febrero de 2011

Ligero equipaje




Ayer viajé a Madrid, desde donde partiré a Chile el miércoles, y dejé atrás mi tierra, Almería, con cierta melancolía. Dos maletas llenas, pero en ninguna cabía lo que yo en realidad me quería llevar: el dame un beso de mi madre, el si te pasa algo puedes contarmelo de mi papá, el Almu madrrrre mía de Cuca y Belencita, el acompáñame a desayunar de Rafuchis, el sí a todo lo que le pidas de Jai, las misteriosas sonrisas de Morucha, el olor del wity, los planes sobre la marcha, el sol casi incondicional, los paseos por el marítimo, el cachondeo de sus bares...

Llegué a mi casa de Madrid y allí estaban mis amigos de la universidad, agachados detrás de la mesa y el sofá con la luz apagada. De repente, estaba en la primera fiesta sorpresa de la que yo era protagonista. En algún momento había imaginado que me iban a preparar algo, pero a lo largo de la tarde consiguieron espantar esa esperanza. Mujer de poca fe, me dije, si ellos nunca fallan. Besos, risas, abrazos, que guapa estás, y tu más, cervezas, exaltaciones de amistad, hermanos, charla en la cocina, no te vayas Almunini. Esta mañana me despierto en el sofá sin saber exactamente el momento en el que me quedé dormida pero con el recuerdo de haber pasado una entrañable velada y una melancolía renovada.

Tampoco me caben en la maleta los habituales vámonos de cañas y acabar de día, los cómo vamos a entrar a clase con el solecito que hace, los Almu periolista no trabajes tanto y vente por la uni, los cómo te vas a ir ya, si sólo son las ocho de la mañana, los secretos compartidos entre risas.

Espero encontrarme todo intacto a la vuelta. También espero que cuando llegue el momento de volver de Chile sienta melancolía por lo que, de nuevo, no pueda traerme en la maleta.

Gracias Miri, Jau, Mario, Ju, Marcus, Bea, Ro, Pabli y Juan -aunque tu sí fallaste, tenía que nombrarte-. Y a Karel, Nacho, Ana, Tete, Pati y Javi.

10 de febrero de 2011

Cuentavidas


El próximo miércoles me voy a Santiago de Chile a estudiar seis meses. Aunque estoy muy bien aquí, tengo mucha ilusión por irme y unas altas expectativas. También tengo 23 años, ganas de divertirme, una gran capacidad de ser feliz en cualquier sitio y facilidad para disfrutar de la vida sólo en compañía de mi misma. Creo -y espero- que estas cuatro cosas me ayudaran a cumplirlas –las expectativas-.

Nunca he escrito un blog, y tampoco soy de las que cuenta su vida a través de las redes sociales. No es nada del otro mundo, pero le tengo un enorme respeto a escribir para los demás. Tiene gracia, sobre todo teniendo en cuenta que es la manera con la que sueño ganarme la vida. Pero, en parte por dejadez, en parte por mi carácter introvertido –que no tímido- nunca me ha dado por publicar mis experiencias personales en la red. Se acabó. Os interese o no, os voy a contar mi vida.

De momento, tengo dos fieles compañeras de viaje: Mi Nikon D-3.000 (que tiene nombre de hombre, Luiso) y mi guía recién adquirida (que no tiene nombre). En la foto, yo retrato a mi madre (que también tiene blog) leyendo la guía para publicarla en mi blog, mientras que mi hermana Morucha (ídem) plasma la escena con el teléfono de mi hermana Cuca, también para publicarla en mi blog. Qué bonitas paradojas tiene la vida. 

Nota: el nombre de la entrada es en honor a mi hermano Rafa  -sí, tengo muchos hermanos-.